“Ya levántate oe, tú dijiste que hoy si iríamos”- me despierta mi hermano.
Es domingo, dos de la tarde, y descansaba en el único día libre de la semana que tengo. Por un momento no entendía nada, aún sigo adormilado, pero al verlo con la camiseta “crema” en la mano, de un golpe me paro y le digo:
- “¡¿Hoy juega la “U” no?! ¿Qué hora es, qué hora es?”
- “Son las dos, apúrate tenemos una hora para irnos”.
- “Ya ya, espérame abajo, me cambio y vamos”.
Ya hace meses que venia con la idea de meterme a la barra de Norte, así sea por un día. La curiosidad por sentirme un “barra brava”, de alentar al equipo a capa y espada, y de agarrarnos “pico a pico” con la barra contraria rondaba en mi cabeza, y más aún en la de mi hermano, un adolescente de 14 años.
Era el 23 de mayo, partido por la decimoquinta fecha del descentralizado, el rival a enfrentar los “gansos” del Sport Boys. Que mejor rival para levantar cabeza, o por lo menos eso esperaba. Además que tenia sed de venganza, pues tuve la “mala suerte” de ir a alentar a la UCV al “Miguel Grau” del Callao, donde los “rosados” bailaron a los “poetas” y tuvimos que salir literalmente corriendo del estadio. Pero ahora era diferente, ahora si estaba en una barra de verdad, así nomas nadie le hace el “pare” a la Trinchera, y hoy yo estaría dentro.
La “U” no ganaba desde hace un par de fechas y todavía sentía el sinsabor que dejo la eliminación de la Copa Libertadores. Siento más deseos de ir al estadio. Hago una llamada, y todo listo. Iremos con “Calín”, un vecino, amigo de mi viejo, que ya tiene tiempo alentando a la “Crema” desde Norte. Él tiene como 40 años, supongo.
- “Oe apúrate pe, pareces jerma te demoras en alistarte”- me dice Calín cuando salgo de mi casa.
- “Es que no encontraba mi camiseta pe Calín, además, recién son las tres”.
- “No pe “huevón”, la batería se reúne desde antes, o acaso ¿no quieres entrar con la barra?”
Veo a mi hermano, y recuerdo que mi viejo me dijo que lo cuide, así que decido que mejor entremos aparte. Ya adentro nos empataremos con la “Trinchera”. Calín se molesta un poco. “Ya se le pasara” digo dentro de mí, temiendo que crea que nos estamos acobardando. Paramos cualquier combi, todas pasan por “Puruchuco”. El cobrador nos ve, ya sabe a donde vamos y grita: “¡Directo al Monumental! ¡Directo, directo!”. Subimos y la gente nos ve raro, algo asustados. Más por Calín creo yo. Nos vamos al fondo. Son las 4:00 pm.
Ya dentro de la combi empiezo a especular sobre el partido con mi hermano. Calín parece más calmado:
- “Ojala que ahora si ganen esos “huevones”, ya mucha vaina con el cabezón”-dice mi hermano.
- “Falta gol, y sin eso nadie gana pe”- le respondo.
- “Lo que hace falta es darle un “ajustón” a esos payasos, ya no la quieren sudar”- interviene Calín.
- “Si, creo que si”- dice mi hermano.
Nadie más dijo nada. Estamos en Puruchuco, bajamos de la combi. Es hora de caminar hasta el “Templo”. En pleno camino se nos acercan vendedores de camisetas y gorras que nos dicen: “Norte, norte, 7 soles hermanito”. Calín nos dice: “Vamos más haya, por ahí ´tara uno de mis patas que nos dejara a 6 lucas”. Nosotros obedecemos, Calín es el que sabe.
Poco a poco nos acercamos al estadio y este nos recibe imponente. Son las 5:30. Estamos a media hora del partido y no se aparece ningún amigo de Calín. Mi hermano se empieza a impacientar. Calín grita:
- “¡Oe “Petete”!, ven mierda, dame tres entradas”.
- “Habla Calín, ¿Y esos cachorros?”.
- “Ahí pe, renovando la Trinchera”.
- “Veste huevón, sigues cagando chibolos. Tú ya no cambias”.
- “Ya huevón, cállate la boca. Son mis vecinos, los conozco de chibolitos, no hables huevadas”.
- “Ya, ya Calín. ¿Tres pa´ norte no?”.
- “Sí. Oe Alex paga, de ahí te alcanzo”.
Pago las tres entradas. Se que no me las pagara, pero me da igual. Hoy estaré dentro de la Trinchera y la emoción me ciega, aun cuando intente mirar mis bolsillos. “Petete” se aleja a ofrecer entradas a otra “mancha”. Nosotros apuramos el paso. Mi hermano y yo corremos hacia el final de la cola, en eso Calín grita: “Oe idiotas, vengan pa´ acá, no sean sanos pe, acá nos metemos”- nos jala delante de un chiquillo que al verlo no dice nada, solo se hace el huevón.
Ya era hora, por fin entraríamos. Los policías nos revisaron rápido, pareciera que también estaban apurados. Fue diferente a cuando la “U” tuvo que jugar contra Sao Paulo, tal vez prefieren realizar un mejor trabajo cuando están ante la mirada internacional. Pero bueno, eso no importaba, ya era hora. Ya entraríamos. Note que la mirada de Calín cambiaba. Un brillo especial se apoderaba de sus ojos, o de repente solo lo imaginaba. No interesaba, ya veíamos la “cancha”.
Nos quedamos congelados al pisar las tribunas. Calín por el contrario empezó a bajar hasta ubicarse dentro de la barra. Un segundo después, lo seguimos. Hay gente de todas las razas, de todas las clases, de todo lugar. Todos unidos por un sentimiento. Aquí no importa si soy gringo, negro o cholo. Todos somos “cremas”. Todos somos uno, por lo menos por 90 minutos y el tiempo extra que dé el cuarto arbitro.
No veía nada alrededor, no oía nada por los canticos, solo tenía la cancha al frente, y el sonido del bombo retumbando en mi cabeza. Cuando nos estábamos ubicando, todos empezaron a correr hacia un lado. No entendí porque, solo jale a mi hermano y también corrimos. Segundos después estalló una bombarda. Era una señal de que el equipo ya saltaba al verde.
Regreso a mi lugar, sin perder de vista a mi hermano. Empiezo a cantar con la Trinchera. Realmente algo incomparable. En eso una banderola empieza a subir y cubre todo lo que veía. Increíble, “tal vez saldría en la tele” pensaba. La banderola regresa a su lugar, y a lo lejos se escucha el pitazo inicial. Los canticos no paraban, la gente saltaba. Y a los 2 minutos, cuando nadie lo tenia pensado. La primera explosión de júbilo se desato. Gol de la “U”, gol de Piero Alva. ¡A celebrar! La locura se desata y todos empiezan a bajar corriendo por las gradas de la tribuna. Algo que quise experimentar desde pequeño, pero que en la práctica es muy complicado. ¡Que emoción! Mi primer grito de gol desde el corazón de la Trinchera.
Los barristas estaban contentos. La fraternidad en la barra es más notoria desde dentro. Nadie se sorprendió de que estuviéramos ahí, solo teníamos que saltar, cantar, alentar. Que más no queríamos nosotros hacer en ese momento. Calín desapareció, ya no lo veía, pero no me preocupaba. Me sentía en familia. Solo temía a las bombardas. Pero que mas da, la “U” estaba ganando y jugando bien, cualquier riesgo era insignificante.
Siguieron los canticos y el aliento al equipo. Ruidiaz seguía dejando en vergüenza a los defensas rosados. Por su parte Raúl Fernández era un espectador de lujo, “que envidia” decía dentro de mí. “Fito” Espinoza metía miedo con sus centros desde la derecha. Y Rainer Torres se devoraba el mediocampo, que bien se siente ver jugar así a la “crema”. Aunque ya después me di cuenta que al frente estaba un equipo sin alma, pero en ese momento, eso era lo de menos.
Llegamos al minuto 14. Seguimos alentando a morir. Un nuevo centro de Espinoza, el defensa que no llega y ¡Gol de Alva! “No llegamos ni al cuarto de hora y estamos ganando por dos goles” me dice mi hermano. La algarabía se apodera de los barristas. El olor a marihuana se apoderaba del lugar, pero que importaba, la “U” estaba ganando, y por dos goles. Entonces digo: “Que bueno es Alva cuando quiere carajo”. A lo que un barrista me responde:”Así haga mil goles, ese conchadesumadre no se ganara a la Trinchera, esta en falta” En eso me vino a la mente el penal que se fallo en Brasil. Solo sigo alentando, la fiesta continúa.
Transcurren los minutos, acaba el primer tiempo y se escucha un bullicio, se desata un pleito entre dos “manchitas”. Se ve sangre en el rostro de un hombre, y a lo lejos, a un tipo con un cuchillo en la mano. La policía empieza a “meter” palo a cualquiera. Todos corren a un lado. No entiendo nada. Todo estaba tan bien. “¡¿Qué ha pasado?! Me pregunta mi hermano. Yo no tengo palabras para responder. La policía se lleva a algunos. En eso aparece Calín nuevamente a mi lado. Se sobaba la pierna. Le caió palo. Entonces le pregunto:
- “¿Qué fue Calín?”.
- “Esos chibolos de mierda que vienen a joder”.
- “Pero, ¿Por qué? Si estamos ganando ¿Son de barrios diferentes?”.
- “Eso no tiene nada que ver, se han peleado por unas jermas los huevones”
Entonces me pongo a pensar y me pregunto. ¿Una mujer puede separar hasta a los hinchas más acérrimos? ¿Una mujer es más fuerte que el amor hacia la camiseta, hacia el equipo de mis amores? Comprendo que las mujeres son realmente de temer. Si son capaces de hacer pelear a dos “barras bravas” de un mismo equipo. Habrá que pensarlo dos veces antes de hacerles algo.
Mientras crece mi temor a lo que una mujer sea capaz de hacer, y el poder que tiene sobre uno, mi hermano pide dos “panes con pollo” y dos gaseosas. Nuevamente me toca pagar, y se inicia el segundo tiempo. La barra ya esta cantando. Y nuevamente Calín ha desaparecido. Resuena otra bombarda. La algarabía regresa a la barra. Las latas y botellas de cerveza recorren los escalones. El olor a marihuana ya es insoportable, pero que más da. La “U” esta jugando bien y ganando. La gente espera se concrete la goleada.
-“Oe causa, ya les vamos a ganar en la cancha, ahora toca sacarle la mierda en la calle”.
-“¡Hoy partimos cabezas!”- Dice otro, mientras me enseña un cuchillo.
Yo solo quería alentar a mi equipo, pero no podía ni ver el partido. Ahora no podría ser descortés. Yo era el nuevo ahí. Solo me quedo decirles: “Claro causa, hoy damos vuelta “gansitos” del llauca”. Me miraron algo extrañados y solo rieron. Seguimos con los canticos.
Mi hermano me mira. Le hago un gesto. Él me entiende que todo lo que dije era de compromiso, o algo parecido. Regresamos la vista a la cancha y nuevamente gol de la “U”. Esto nadie se lo esperaba, ni el hincha más creyente. Ni el gordo “Julio”, quien toca el bombo de la Trinchera, lo imaginaba. No presto atención de quien lo hizo, solo hay que celebrarlo. Nuevamente explota la tribuna. La barra baja y los policías empiezan nuevamente con los palazos a diestra y siniestra. Tengo suerte de no estar cerca a un tombo. Y para sorpresa de todos, otro gol de Piero Alva. Quien lo diría, un Hat-Trick del “Zorro”.
“Ahora si, ya no pasa nada, ya ganamos” – dice mi hermano mientras termina su “pan con pollo”. El juego sigue. Seguimos alentando. Jugando nuestro partido aparte contra la “Juventud Rosada” que se encontraba en sur. Durante todo el partido ni me percate de ellos, menos los escuche. Solo los insultamos. Estamos ganando, estamos en nuestro derecho. Corría el minuto 70.
Nuevamente se me acercan otros “patas”, y me dicen:
-“Hey causa, ¿tú eres nuevo no?”.
-“A si, si. Recién tamos viniendo con mi hermano”- respondo.
-“¿Quién los trajo?”.
-“Calín” - interrumpe mi hermano.
-“Creo que lo conozco” – dice otro barrista.
-“Ya chibolos, no hagan huevadas nomás” – y nos pidió una “colaboración” para la Trinchera.
Ahora si estamos más tranquilos. Ya habíamos “pagado” nuestro derecho de piso. Solo nos queda alentar y tratar de ya no conversar con nadie. El partido continua, solo hay un equipo en la cancha. El árbitro añade tres minutos más. Hora de salir. Avanzamos disimuladamente tratando de salir. Y ya eran las 8:00 pm.
No puedo salir de la barra. No hay por donde. Suena el pitazo final. Que más da, nuevamente salto y canto con la barra. Ganamos, gustamos y goleamos. Algo muy difícil de ver en la “U” últimamente. La cancha esta vacía y sur también.
Una “mancha” nos llama. Son los muchachos que nos hablaron al principio, el que tenía un cuchillo. “Vengan carajo” – grita uno de ellos. Nosotros obedecemos. “Corran, corran, los “gansos” se escapan”. Emprendemos carrera. Ya estamos afuera y nos empatamos con otros grupos de barristas. Todos se dirigen a la zona sur del estadio. Por mi parte jalo a mi hermano, nos confundimos entre la multitud y corremos, pero hacia la carretera. Ya es hora de volver a casa.
Llegamos al paradero. Los buses no quieren parar, aun sienten temor por los barristas y lo que puedan hacer. Recuerdo el incidente de ese tal “Bolón”. Me pongo la casaca y le digo a mi hermano que haga lo mismo. Caminamos unas cuantas cuadras y por fin una combi se detiene. Nos vamos al fondo, que suerte, hay asientos vacios.
-“¿Oe y Calín?” – me pregunta mi hermano.
-“Ese huevón. No te preocupes, conoce el camino. Ya lo veremos en el barrio”.
Doy un respiro de cansancio. Fue una tarde muy movida en cierto modo. Solo quiero llegar a mi casa para ver que tarea hay para mañana. Mi día como “barra brava” llego a su fin. Nuevamente a ser el “aplicado” joven universitario de siempre, o por lo menos tratar de serlo. Ahora solo pienso en entrar a internet, esperar que “Fano” me pregunte ¿que hay para mañana? Y tratar de acabar rápido la tarea, para mañana intentar llegar temprano. Aunque lo dudo. Ya entrare en el receso.
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