lunes, 11 de octubre de 2010

TINZÁ: La Leyenda del Guerrero Olvidado


Era la época del apogeo del Imperio Inca, época de espectaculares batallas, interminables hazañas y grandiosas conquistas, la mayoría de estas, relatadas por los historiadores. Pero esta, es la historia de Tinzá, la cual no aparece en ningún libro y mucho menos se sabe sobre su leyenda, este joven valeroso que decidido a cambiar su destino y la de un Imperio, alcanzó la gloria. Formó una gran legión de guerreros, los cuales, caprichosamente, el destino hizo que el mundo olvidara.

Tinzá era el mayor de tres hermanos, vivía en el campo, alejado del bullicio de la ciudad; a diferencia de sus hermanos, Enapay y Cíkala, el no se integró al Ejército Imperial, ya que después de un arduo entrenamiento y capacitación en el arte de la guerra, decidió dejar la vida militar y vivir en paz. Sin lugar a dudas, él era el mejor guerrero en el Imperio, pero eso, solo él y sus hermanos lo sabían… o eso creían.

Al cumplir los veinticinco años recibió la visita de sus hermanos, los cuales le contaron que pronto marcharían hacia el campo de batalla, pues ejércitos desconocidos y fuerzas misteriosas venían invadiendo y aterrorizando parte del territorio incaico. Tinzá, contento, por la ilusión que tenían sus hermanos de poder luchar por su reino, pero a la vez temeroso, por las barbaries que se suscitan en el campo de batalla, les dió un consejo: “Deben recordar, ante todo, que ustedes son hermanos, y uno debe proteger siempre al otro, peleen con el corazón, pero también usen la razón, recuerden que el verdadero guerrero no es el que asesina más hombres, sino el que salva más vidas”, y dándoles un fuerte abrazo, los vio partir.

Una semana después Tinzá trabajaba tranquilamente en sus tierras, cuando de pronto un emisario del Ejército Imperial llegó. Tinzá se paralizó, se puso frío como la nieve más pura de los andes, presagiaba lo peor. Sin embargo, el alma le regresó al cuerpo cuando escuchó al emisario decir: “Señor, sus hermanos, junto a otros soldados, han sido tomados prisioneros por las hordas enemigas, no sabemos exactamente donde se encuentran, pero le aseguramos que siguen con vida, tenemos hombres trabajando en eso, le solicitamos nos apoye en la búsqueda y se enrole a la Legión Armada”. Tinzá entró en un dilema, él estaba cansado de las batallas y guerras sin sentido, ya no tenía la necesidad de luchar para que el Impero se expanda, pero esta era otra situación, de él dependían la vida de muchos hombres, en especial, la de sus hermanos. Fue así que se convenció y sin titubear dijo: “No crean que hago esto por el Inca, lo hago por mi nación, por mi familia y por mí, regresaré cuando encuentre a mis hermanos, no lucharé más después de eso”.

Tinzá fue escoltado hasta el mismísimo Coricancha o Templo del Sol, donde quedo directamente ante la presencia del Inca Huayna Cápac, quien le dijo: “Valeroso guerrero Tinzá, hijo de Nayati, portador de la sangre guerrera del Tahuantinsuyo, te ordeno reclutar a los guerreros más fuertes de nuestra nación, pues el enemigo al que nos enfrentamos es muy poderoso, como nunca antes hemos visto en nuestras tierras. De ti depende la victoria en esta guerra, de ti depende el honor y la gloria de nuestro gran Imperio, ve y triunfa por el sagrado Inti”. Después de un pequeño silencio en la sala, Tinzá habló: “Yo no vengo a luchar por la victoria, yo vengo a pelear por la paz del Imperio, estoy aquí para rescatar a mis hermanos y a los inocentes que han sido tomados prisioneros; la gloria, el honor y la grandeza no me interesan”. Ante esa respuesta Huayna Cápac se sintió ofendido, pero no reaccionó, solo le ordenó empezar la búsqueda de los guerreros que lo acompañaran a la batalla, pues en el fondo, Huayna Cápac necesitaba que Tinzá este de su lado para llegar a concluir sus planes.

A la mañana siguiente Tinzá empezó la búsqueda de los nuevos compañeros que conformarían su Legión, a la cual la gente llamó: “Wakhan Helaku”, que significa “sagrado resplandor”, ya que en ellos recaía la última luz de esperanza para el Imperio.

Tras recorrer las principales ciudades y cuarteles militares del Imperio, Tinzá, reclutó a los siguientes guerreros:


- Chetán: Que poseía la visión de un halcón.

- Hacheji: Tenia la bravura y astucia de un lobo.

- Nodin: Capaz de controlar el viento a su antojo.

- Tadito: Veloz como un rayo.

- Inyanhe: Fuerte como una montaña.

- Nirvelli: Controlaba el agua en todos sus estados.

- Ohanzi: Podía esconderse entre las sombras.

- Wakínyan: Controlaba el fuego.

- Yuma: Era una de las hijas del Inca Huayna Cápac, tenia muchos conocimientos de magia y hechicería. Se enroló en secreto.


Fue así, que estos diez valerosos guerreros, la Legión “Wakhan Helaku”, con Tinzá al mando, emprendió el viaje hacia el campo de batalla, donde los esperaban grandes aventuras y misteriosos peligros.

Como era de esperarse, los enemigos ya estaban enterados del nacimiento de esta nueva Legión de grandes y valientes guerreros, es por eso que poco a poco fueron enviando armadas para hacerles frente y no permitir su llegada al campo de batalla. El error de los enemigos, fue subestimar a los “Wakhan Helaku”, ya que por mandar guerreros de nivel raso, estos eran derrotados con facilidad, de este modo perdieron gran cantidad de hombres y su Ejército Invasor se iba reduciendo.

Parecía que la victoria estaba asegurada para la naciente Legión Inca, pero no había que entonar el canto del triunfo tan pronto. Llegó el día esperado por todo el Imperio Inca, por fin los “Wakhan Helaku” llegaron al campo de batalla, un lugar llano y extenso, rodeado por verdes montañas, repletas de vegetación, q yacían, por espacios, manchadas de sangre y dolor. Pero se llevaron una gran sorpresa al encontrar solamente los cuerpos sin vida e inertes de sus compatriotas. Ellos se preguntaron: “¿que ha pasado?, ¿y el Ejercito invasor?, ¿Dónde está?, ¿habremos triunfado ya?”, fue justo en ese momento de confusión, que se empezaron a escuchar sonidos parecidos a los truenos en una tormenta, gritos de guerra jamás entonados en estas tierras, cantos y amenazas que atemorizarían al mas valeroso de los soldados.

Los “Wakhan Helaku”, alzaron la mirada, y vieron algo que jamás imaginaron ver en sus vidas. Los invasores tenían unas bestias de gran tamaño, capaces de escupir fuego y volar, “son dragones” dijo Yuma, la hija del Inca, “he escuchado de ellos, pero solo en leyendas, ellos habitan en lo alto de las montañas heladas de tierras lejanas cruzando el gran lago, nunca pensé que existieran, o por lo menos se alejaran tanto de su hábitat”, tras un pequeño instante de análisis, Tinzá dio la orden: “ Ya saben que hacer, todos somos un equipo, cada integrante tan importante como el otro, sigamos peleando hombro a hombro y saldremos victoriosos de esta, “Wakhan Helaku” ¡ataquen!”.

Cada uno de los guerreros dio lo mejor de si, aplicando las técnicas aprendidas durante años de duro entrenamiento, trabajando en equipo lograron vencer a las bestias, aunque también dejaron sangre, sudor y lágrimas en la batalla. Luego vino enfrentar al centenar de hombres que quedaban aun conformando al Ejército Invasor, se libró a cabo una gran contienda, pues estos últimos eran los soldados más fuertes de su Reino.

Los “Wakhan Helaku”, al mando de Tinzá, salieron victoriosos y a la vez algo lesionados de la batalla. Pero, posiblemente, lo peor aún estaba por venir. Por fin el Dios-Rey del Ejército Invasor dio la cara, se hacia llamar Dasan Elu que significaba: “Gobernador lleno de gracia”; y tenia dos Guardianes Reales: Otaktay, quien jamás había sido derrotado, y Sahale, del que se decía era un ser superior. Entonces todo se reducía a esto, el futuro del Tahuantinsuyo se regiría entre estos pocos hombres, esta pequeña contienda resolvería el destino del Imperio Inca.

Bajo el ardiente sol del mediodía, la pelea se desarrollaba con cautela, cada guerrero estudiaba al contrincante, nadie bajaba la guardia ni se decidía a atacar. Dasan Elu, era un observador privilegiado, pues él no lucharía hasta que derroten a sus Guardianes Reales. Nadie se movía, todos permanecían congelados bajo un mar de tensiones, hasta que Dasan Elu exclamó: “Otaktay, Sahale, ¡acaben con ellos, muestren su verdadero poder, y no se guarden nada!”, tras las ordenes, los Guardianes arremetieron con todo su poderío, a gran velocidad. Es así que empezaron a derrotar, uno por uno, a cada miembro de la Legión Inca; pero no se percataban del daño que recibían, poco a poco los “Wakhan Helaku” iban magullando los cuerpos de los Guardianes, hasta que lograron derrotarlos, pero pagando muy caro, pagando con la vida de ocho de los guerreros, solo Tinzá y Yuma quedaron con vida, pero con muy pocas fuerzas para la batalla final.

De pronto, sin darles ni un segundo para respirar, Dasan Elu se lanzó al ataque, emprendió con toda la fuerza que tenia a terminar de una buena vez con la poca vida que les quedaba a los guerreros del sol. Sin pensarlo dos veces, Tinzá protegía a la hija del Inca, pues su corazón se lo ordenaba, no dejaría que nada malo le pase a la mujer que le hizo conocer ese extraño sentimiento dentro de él.

Al parecer, ya todo estaba perdido, no había nada más por hacer, “el momento del fin ha llegado”, exclamó Tinzá. De repente un gran resplandor irrumpió todo el campo de batalla, Yuma estaba rezando, y el Dios Inti escuchó sus ruegos, mandando un rayo de luz directamente a Tinzá, quien recuperó las fuerzas y recibió una nueva arma, La Espada Sanuye, la cual tenia la capacidad de cortar todo, ya que el filo de esta ardía a la misma temperatura que el sol.

Alrededor de Tinzá se veía un gran resplandor de energía que emanaba de él, toda la furia contenida dentro de su alma se desató. En un abrir y cerrar de ojos Tinzá llegó al frente de Dasan Elu, lo miro fríamente, y acabo con él de un solo golpe. Dasan Elu cayó derrotado, y moribundo dijo: “Nunca pensé que me cruzaría contigo, creí que solo eras una leyenda, pero en realidad si existías, eres el legendario “Hijo del Sol”, eres el verdadero gobernante”, al escuchar esto Tinzá no le tomó importancia, él solo estaba preocupado por Yuma, quien fue rápidamente corriendo a su encuentro.

Los dos se quedaron mirando el uno al otro, sonriendo, pues todo ya había terminado, solo era cuestión de tiempo encontrar a los hermanos de Tinzá y los demás prisioneros. Ahora que Dasan Elu había muerto, el rescate seria más sencillo.

En ese instante, Tinzá cogió las manos de Yuma y le dijo: “No se lo que me pasa, dentro de mí siento que algo esta creciendo, algo extraño que nunca antes sentí, y todo es por ti, te aprecio más que a mi libertad, eres mi complemento”, Yuma sonrió, y le contestó: “Siento lo mismo por ti, quiero ser tu compañera en esta vida, y que tu seas el mío”, lentamente se acercaron y sellaron su palabras con un beso. Pero de repente miles de flechas llovieron desde las alturas de las montañas, era el Ejército de Huayna Cápac, pero al mando de este se encontraba Huáscar, hijo del Inca.

Tinzá y Yuma, yacían heridos mortalmente en el campo de batalla, confundidos no entendían lo que sucedía, y ahí fue cuando Huáscar habló: “Oh valeroso Tinzá, tú al que mi padre creía el mejor guerrero de todo el Imperio y futuro soberano, fuiste tan fácilmente engañado por mí. Tus hermanos nunca fueron tomados prisioneros, yo los mande a matar. Sabia que por ellos si vendrías al campo de batalla y derrotarías al enemigo, ahora, yo regresare victorioso, diré que no pudieron sobrevivir a la batalla y me quedare con la gloria, además, me convertiré en el heredero directo al trono, la verdad creo que hasta debería agradecerte, pero no me siento con la obligación, y a ti hermana, disculpame, no sabia que te encontrabas aquí.” Lanzando una carcajada de odio se marchó.

Fue así que la leyenda de Tinzá y su gran Legión de guerreros nunca fue conocida. Sus restos aun esperan en los andes ser descubiertos algún día, aún su alma busca venganza, esperando que muy pronto su leyenda salga a la luz. Aún su corazón late por Yuma, esperando que tú proclames su legado.

1 comentario:

  1. Me gusto mucho la trama;encontré bastante placer en la descripciónes, principalmente de los paisajes agrestes asociados con sangrientas batallas épicas. Saludos cordiales desde Tegucigalpa, Honduras.

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